Modelismo Naval
Pasión por las embarcaciones
En agosto de 2014 Alfredo Urrutia comenzó su reto más grande como modelista naval: la construcción de la réplica del Acorazado “Latorre”, de 9,5 metros.
De profesión electrónico, de oficio comerciante, y modelista naval de pasión, Alfredo Urrutia construyó su primera embarcación a los seis años; realizó una réplica del Mississippi y lo hizo explotar en la tina de su casa. La creatividad, el entusiasmo, la imaginación y la paciencia, dice, son claves en el arte de reproducir barcos a escala, además del gusto por la historia y la habilidad del análisis.
En agosto de 2014 comenzó su reto más grande como modelista naval, la construcción de la réplica del Acorazado “Latorre”, de 9,5 metros. Su destino: el Museo Marítimo Nacional en Valparaíso, que dispondrá de una sala en su segundo piso, de 15 metros de largo por 10 metros de ancho, para su exhibición. “Lo voy a tener que meter con una grúa por la ventana”, asegura Urrutia.
Ha construido 14 embarcaciones en su vida. Todo comenzó como un hobby, hasta que conoció un marqués que vivía en Chile. Dentro de la conversación que sostuvieron, Urrutia le contó acerca de su pasión y el marqués no dudó en mandarle a hacer una embarcación, donada hoy al Museo Marítimo de Francia. A partir de ese momento su pasión se convirtió también en su trabajo y así pudo internacionalizar sus construcciones.
Este hombre de 59 años, que trabaja alrededor de 10 horas diarias en el proyecto “Latorre”, fines de semana incluidos, asegura que en su carrera como modelista naval ha llegado a pasar dos días enteros trabajando sin darse cuenta, lo que le ha costado más de un tirón de orejas por parte de su mujer y sus cinco hijos.
“Hagamos una réplica del ‘Latorre’, el buque más poderoso que ha tenido Chile por 36 años y Latinoamérica”, comentó Alfredo Urrutia en una reunión de camaradería con sus amigos de la Compañía de Oficiales de la Reserva Naval (CORNAV). El artista fue Presidente del Club de Modelismo Naval por nueve años, tiempo en el que se había dado cuenta que lo que más llamaba la atención de los niños y del público en general era la dimensión de las réplicas.
Urrutia cree que terminará la construcción la primera semana de octubre, en la que será la réplica de un buque a escala más grande que exista en Latinoamérica. Además, la sala que tiene destinada en el Museo Marítimo Nacional, será ornamentada con nueve láminas, que serán trozos de casco negro con remaches en los que irá la historia del buque, desde la firma de su decreto de construcción, hasta su venta en 1958 a la empresa Mitsubishi de Japón.
Un poco de historia
Con motivo del Centenario de la Independencia de Chile, el Gobierno de la época ordenó la construcción de dos acorazados en los astilleros Amstrong Whitworth and Company de Newcastle Upon Tyne, Inglaterra, los que llevarían los nombres de “Valparaíso” y “Santiago”.
Con motivo del fallecimiento del Almirante Juan José Latorre Benavente, el Gobierno decidió cambiar el nombre del acorazado más adelantado en construcción, el “Valparaíso”, y llamarlo “Almirante Latorre”.
Como consecuencia, también se le quiso hacer un homenaje a Lord Cochrane y al “Santiago” se le denominó “Almirante Cochrane”. El buque tendría un destino impensado al momento de su construcción, ya que fue requisado a fines de 1914 por Inglaterra y participó en la Primera Guerra Mundial con el nombre HMS “Canadá”, en la Batalla de Jutlandia.
En 1920 fue adquirido nuevamente por nuestro país, además de los cazatorpederos “Almirante Riveros”, “Almirante Williams”, “Almirante Uribe”, y el Remolcador “Sibbald”, en compensación del acorazado “Almirante Cochrane” y la pérdida de capacidades que el “Latorre” había sufrido durante la guerra.