Almirante Marcelo Eduardo Hipólito Srur, Jefe del Estado Mayor General de la Armada Argentina

Imagen foto_00000001Las Armadas de Argentina y Chile tienen una historia centenaria. La fortaleza de sus unidades y el temple de sus hombres, hoy convertidos en héroes y arquetipos de sucesivas generaciones, han resultado fundamentales en las luchas por la Independencia, quedando sus épicos combates grabados a fuego en las páginas gloriosas de la historia de ambas naciones de Sudamérica.

La tradición las vincula. También lo hace el mar, escenario donde las Marinas tienen un rol superlativo en la protección y la defensa de los intereses vitales de sus Estados, porque esa esencia común y ese particular rol que trasciende las fronteras, las encuentra interactuando en las aguas que ambas resguardan.

Para cumplir con esa función elemental, una y otra alistan sus medios, adiestran a su personal y sostienen sus capacidades militares de manera individual, pero también se fortalecen con la combinación y conjunción de elementos navales argentinos y chilenos.

Los ejercicios Inalaf y Viekaren dan fe de la relevancia de las operaciones de adiestramiento combinadas. Ya sea en proximidades de Bahía Blanca, ejercitando la proyección del Poder Naval hacia tierra, o en las frías aguas de Puerto Williams, en el contexto del ejercicio bilateral de búsqueda y rescate, los marinos argentinos y chilenos se ponen a prueba y enriquecen su accionar a través de un fructífero intercambio basado en la confianza mutua.

La protección de la vida humana en el mar y el cuidado del medioambiente antártico, constituyen un compromiso y un trabajo mancomunado que llevan prácticamente dos décadas de ininterrumpido desarrollo en la Patrulla Antártica Naval Combinada. Ambas Armadas deben sentirse orgullosas de esta tarea que se traduce anualmente en cuatro etapas alternadas que plantean diariamente nuevas metas y desafíos, signados por el escenario impredecible de los hielos antárticos.

Cada encuentro binacional se proyecta en valiosas relaciones humanas que trascienden el mero espacio y tiempo de las operaciones o los ejercicios. Esos lazos, al igual que aquellos nacidos a través de intercambios en institutos de formación, destinos de mar, aire o tierra y en las actividades protocolares de Agregadurías Navales y Embajadas, perduran para convertirse en fuertes vínculos que llevan a acompañarnos en momentos clave de nuestras propias carreras; como este año tuve el honor de participar de la asunción del Comandante en Jefe de la Armada de Chile, Almirante Julio Leiva Molina.

En todas las ocasiones en que han coincidido una bandera argentina y una chilena, símbolos de nuestras Naciones y del profundo respeto que hay entre ellas, se ha puesto de manifiesto una clara tendencia al fortalecimiento del potencial común, lo que procura verse reflejado en estas páginas de "Latitud Sur", la revista binacional que sucesivamente desde hace 12 años, plasma en el papel este devenir enriquecedor.

Como Jefe del Estado Mayor General de la Armada Argentina, expreso mi consideración a cada integrante de la Armada de Chile por su apoyo, profesionalismo y amistad, que nos permiten consumar exitosamente cada misión común que se nos presenta.